Estrangulamiento de lo rectilíneo callado o locuaz veo al darme en el cogote con lo de límites de horizonte oceánico y curvo. Y de líquido me envuelvo. Y me ornamento. Cual curva. Esto fue, tras devanarme los sesos dando vueltas sucesivas a la cuerda de alambre que es carrera acelerada y sesuda hacia la contradicción o claro y distinto portazo en las narices que por otra parte no se entiende en ninguna de las ocasiones dadas. Los disparates de la huida hacia la imagen sinóptica, bosquejo de líneas esenciales, me estampan el aliento en el cristal traslúcido. En este olvido elemental y fascinación consecuente encuentro el tener absorbido el seso por las cañerías de los primeros dormitorios de la lógica y sus ungüentos rizantes y de sexo adictivo. Pego el brinco a arriba de la silla. Un vuelo sopla. Tras no se sabe qué o cuánto, vago corpórea un rato sin tiempo intuyendo superficies curvas. Rueda paralela de lejos sin tocarme la cinta de película con mi sorbo antropófago a la sesera.