Una vez tuve un acérrimo deseo, del sabor del ajo: poner cuatro palabras bien curvas. En un papel puse los garabatos a alguien —a él, a tú, a yo, ¡a cuál más oscuro! Y, como aquello que tropiezas con la piedra: me embelesó el arábigo dibujo de las letras.
De suerte que habría de olvidarlas constantemente, así, de un vil manotazo. Como es notado, este desbocamiento de mí con las palabras es sin principio ni fin y además estéril. Infértil en historias noveladas o tempos largos (que fueron los más difíciles de interpretar musicalmente, con instrumento de viento o de tecla). Este quitarse el vestido de mí ante las palabras es segregante de jugos pringosos e indigestos como el que ahora degusta. Inasible de la parte de allá, ni por unos pocos bombeos sanguíneos. Aparte del taciturno meta-texto entre ellas y yo —que dice verdad y al tiempo es el más recio—: poco más.
¿Cabría cosa distinta en la curvilínea trama?
4 Comments:
Ana, aquest estiu em costa recordar-te.
Lo cual dice bueno de ti. Ens veiem aviat.
palabras curvas, recuerdos en espiral
El vouyerismo, fetichismo sonoro y demás tigres moscas etcétera.
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