miércoles, noviembre 23, 2005

Estrangulamiento de lo rectilíneo callado o locuaz veo al darme en el cogote con lo de límites de horizonte oceánico y curvo. Y de líquido me envuelvo. Y me ornamento. Cual curva. Esto fue, tras devanarme los sesos dando vueltas sucesivas a la cuerda de alambre que es carrera acelerada y sesuda hacia la contradicción o claro y distinto portazo en las narices que por otra parte no se entiende en ninguna de las ocasiones dadas. Los disparates de la huida hacia la imagen sinóptica, bosquejo de líneas esenciales, me estampan el aliento en el cristal traslúcido. En este olvido elemental y fascinación consecuente encuentro el tener absorbido el seso por las cañerías de los primeros dormitorios de la lógica y sus ungüentos rizantes y de sexo adictivo. Pego el brinco a arriba de la silla. Un vuelo sopla. Tras no se sabe qué o cuánto, vago corpórea un rato sin tiempo intuyendo superficies curvas. Rueda paralela de lejos sin tocarme la cinta de película con mi sorbo antropófago a la sesera.

lunes, noviembre 14, 2005

Se perfora algo intencionadamente algo con fatalidad el círculo, para saborear su jugo, que será amargo, circular. Cuatro o tres líneas que se abren en la pantalla nocturna. Monólogo dibujante caminando hacia atrás. Cuida los pasos, son todos en falso. Tensa la cuerda y abomina del suspiro en el cuenco melancólico de las medias curvas que ya se dieron estrangulando aparentemente el giro. Las líneas se recogen y llevan la luz al tobillo, allá. Caigo dormida. Me sacan con linterna un pie del tiesto. Me acomodo en el torcimiento seseante de mis líquidos ante tal convencimiento en el ojo ajeno. Desde el acomodo zarandeo. Y se sueltan gritos y de pájaros sueltos y gallos. También caen lentos muebles, tejado abajo, pisando algunos bichos, con tanto paso cambiado. Vuelvo a mis líquidos y a mis líneas. En monólogo dibujante desmemoriado. Un cuenco roto. Y un grito sordo en el oído.